Regnum Christi Chile

REGNUM CHRISTI

ORDENACIÓN DIACONAL | Juan Pablo Álamos Zegers, diácono L.C.: “A la Virgen le debo mi sí a Cristo”

Juan Pablo nació el 1 de diciembre de 1983 en Santiago de Chile. Fue alumno del colegio Cumbres y miembro del Regnum Christi en Santiago. Estudió tres años Derecho en la Universidad Los Andes.  En 2006 fue colaborador en Barcelona. Ingresó al noviciado en Sao Paulo en febrero de 2007. En 2009 fue promotor vocacional en Curitiba y a finales de ese año comenzó el estudio de humanidades en Cheshire, Conneticut. Hacia finales de 2010 comenzó su bachillerato en filosofía en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, en la sede ubicada en el estado de Nueva York. En 2012 comenzó sus prácticas apostólicas en Madrid como Asistente para el ECyD e Instructor de formación. En 2015 se trasladó a Roma para estudiar el bachillerato en teología.

“Me resistía a un cambio de vida tan radical”

En mi primer año de universidad formamos un equipo Regnum Christi con los amigos del Cumbres. Me llamaba la atención el misterio de la Eucaristía y por eso empecé a ir misa con más frecuencia. Pasando a cuarto año de Derecho decidí dar un año de colaborador en el RC. El Jueves Santo de 2006, en un pueblito de Huesca, un lugareño me preguntó por qué no me hacía sacerdote. Le respondí con honestidad que Dios no me había llamado. Durante la misa de ese día, el sacerdote dijo en la homilía: “en un día como hoy Dios instituyó el sacramento del sacerdocio”. Me estremecí por dentro recordando a aquél campesino. Pasé los siguientes meses sin poder sacarme esa idea de la cabeza, pensando y orando, rezando casi únicamente a la Virgen en esos momentos en que me resistía a aceptar un cambio de vida tan radical e incierto, le tenía miedo a Jesús. Fui aceptando esta invitación y a Ella le debo mi sí a Cristo”.

“El colegio siempre me ofreció un ambiente cristiano”

Creo que el Cumbres buscó siempre, a todos los niveles, ofrecer un ambiente cristiano. Desde niño tuvimos habitualmente la oportunidad de tener una capilla cerca. Me acuerdo con cariño de la misa de los viernes primero, se nos ofreció siempre la Comunión y era muy fácil poder confesarse cuando uno quería. Plantaron buenas semillas a medida que crecíamos. Aún recuerdo al profesor Raúl Cañas que nos enseñó una oración del Ángel de la Guarda y que fue un lindo testimonio de lo que es ser diácono”.

“Solo puedo acoger este don con humildad y con un corazón lleno de gratitud”

Jesús sale a nuestro encuentro a través de sus ministros y de los Sacramentos. Sin sacerdotes no tendríamos la alegría del perdón de los pecados en la Confesión o el gozo de adorar a Dios en la Eucaristía. Solo puedo acoger este don con humildad y con un corazón lleno de gratitud. Quiero ofrecer una mano amiga, un rostro amable y acogedor, que sepa sufrir y alegrarse con todos, con humanidad y sentido del humor. Quisiera compartir el tesoro de Cristo con los demás pero también aprender de los otros y, sobre todo, caminar juntos. Es maravilloso que Dios quiere siempre juntarnos, depender sanamente unos de otros, porque nadie puede solo”.

Sin oración no se persevera y no hay fecundidad

Con Jesús aprendemos a vivir de otra forma. Todo tiene sentido cuando se tiene fe en Él. El Señor te sorprende, es un genio creativo. Sabe cómo hacerte descansar y pasarlo bien. Tiene una capacidad de consolar lo que parecía no tener consuelo. Acércate a Él. Nadie te quiere ni te conoce como Jesús”.

La “U” siempre en el corazón

Soy un apasionado del encuentro. Me llena de vida aprender nuevas culturas e idiomas. Soy hincha de la “U” desde muy chico, me conecta con mi historia. Miro en Internet los goles del año 94 y vuelvo a soñar. Es algo más que un hobbie, bien especial”.

Mensaje de la familia Álamos Zegers

Juan Pablo siempre se destacó por una especial preocupación por los demás. Fue un niño criado en un ambiente de familia católica practicante, donde no sólo se iba a misa los domingos, sino que además se solía rezar en familia. Supimos de su vocación cuando estaba de colaborador en Barcelona. Un tiempo después -cuenta su papá- recibí un mail donde me decía que había tomado la decisión de entrar al seminario y que habláramos por teléfono en la noche. Sin salir del asombro, llamé de inmediato a mi mujer que no se pudo contener y rompió en llanto”. Su mamá cuenta que “siempre quise tener un hijo sacerdote y tan pronto nacían me los colocaba en mi pecho y se los ofrecía a Dios. Hoy a las puertas de su ordenación, siento una inmensa alegría y, al mismo tiempo, gratitud y genuina humildad al pensar que la Virgen se valió de mí y que por su intercesión se cumplió mi deseo. Le deseamos que sea un hombre feliz y libre y le aconsejamos, entre otras cosas, que siempre vea a Cristo en el rostro del más necesitado, que recurra diariamente a la oración y que no olvide que es hijo predilecto de la Virgen Santísima”.

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