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VOCACIÓN | Daniel De Tezanos Pinto, ex – alumno del colegio Everest, actual novicio LC: “La alegría que se siente de ayudar al necesitado no se compara con nada en el mundo”

Desde Salamanca, Daniel de Tezanos Pinto (22), ex alumno del colegio Everest, de la generación 2013, nos envía un maravilloso testimonio/entrevista de su vida actual, de su vocación y cómo fue su proceso de discernimiento donde nos cuenta que “fue fundamental hacer todo por Cristo e intentando ver siempre a Cristo en el prójimo”. En su segundo y último año de noviciado Daniel –quien también está haciendo catequesis a niños en una parroquia- se está preparando para consagrarse a Dios, por los votos religiosos de pobreza, obediencia y castidad. No se pierdan esta historia de vocación y amor incondicional a Jesucristo.

“Soy el quinto de seis hermanos, nací y viví hasta los 10 años en Viña del Mar. Posteriormente nos cambiamos a Santiago y fue cuando entré al Colegio Everest.  Como muchas de las familias del colegio, veraneábamos en Cachagua y en el Sur, viajábamos de vez en cuando, paseos, muchas comidas familiares, deporte con los hermanos y amigos, fiestas, matrimonios, etc… Una vida increíble, nunca nos faltó nada y llena de momentos inolvidables. Ahora tengo 22 años y estoy haciendo mi segundo y último año de noviciado en España, en los que me estoy preparando para consagrarme a Dios, por los votos religiosos de pobreza, obediencia y castidad. En el noviciado vivimos una vida retirada del mundo, tenemos estudio de todo lo que nos permita conocer mejor a Cristo (Cristología, Nuevo Testamento, Espiritualidad, Latín, Griego) y especialmente tiempos largos de oración, silencio, trabajo y un poco de apostolado (hago catequesis en una parroquia a niños que se preparan para la primera comunión). Esto es para discernir y profundizar en la llamada que hemos sentido por parte de Dios a seguirlo más de cerca. Explico esto porque en ese silencio y oración he visto cómo Dios fue actuando en mi vida y he ido encontrando las razones por las que estoy acá, ya que sigo pensando que fue un milagro que haya decidido entrar.

Mi familia, especialmente por mi mamá, siempre ha participado activamente en el movimiento. Empecé a ir a NET en viña y no paré de pasar etapas (ECYD, Reino, Colaborador y Legión). Aunque entre los 14 y 17 me alejé un poco de todo eso, supongo que es normal a esa edad… Creo que al final ese “distanciarme” un poco de Dios me ayudó porque en tercero medio, cuando nos preparábamos para la confirmación me entraron muchas dudas sobre la fe y fue cuando me di cuenta de que si me confirmaba ya todo dependía de mí y no de mis papás o del colegio.

Buscando una respuesta decidí a ir a la Hora Eucarística de los jueves en el Centro Misión y fue ahí donde me encontré realmente con Cristo y donde todas mis dudas desaparecieron ya que fue evidente, para mí, que Cristo estaba ahí por mí y quería que lo acompañase esa hora. Después de esa experiencia de Cristo mi vida cambió radicalmente, creo que fue cuando desperté después de esos años del pavo. Le encontré el gusto a la oración y al poco tiempo en otra hora eucarística se me pasó por la cabeza ser legionario. Al principio me asusté mucho, quizás antes lo había pensado, pero nunca seriamente como ese día.

En un par de semanas tuvimos el retiro de curso y aproveché de tener, por primera vez, dirección espiritual con el H. Javier Ayala LC, quien me acompañó y me sigue acompañando en todo este proceso y ha sido fundamental para ayudarme a discernir lo que Dios quería para mí, siempre con gran libertad, tanta que a veces me ponía a prueba diciéndome que no lo pensara u otras cosas. Aunque para mí lo puse más a prueba yo que él porque, en 4 años, una semana le decía: “Javier, en verdad esta vez sí que estoy seguro de que Dios me llama, le voy a decir hoy a mis papás.” Y la siguiente le decía: “Oye, Javier, arrugué. Yo creo que, en verdad, Dios quiere que sea psicólogo y que lo siga, pero en el matrimonio y trabajando en el movimiento o algo así.”

Como dije antes fueron 4 años así, de una gran lucha interior, pero que Dios no dejaba de insistir y me fue llevando por el mejor camino para enseñarme la grandeza de vivir totalmente entregado a Él. Ese camino fue el Regnum Christi donde empecé a ir a misa casi todos los días, a Encuentro con Cristo, no faltaba nunca a la hora eucarística, a los apostolados como ir a dar comida y acompañar a los pobres que viven en La Vega, misiones, reparaciones de casas, trabajé en las Cruzadas y estaba también en el consejo de la sección de jóvenes de la Dehesa.

Dando año en Barcelona

Terminando cuarto medio seguía muy indeciso respecto a la carrera que quería estudiar (arquitectura o psicología) o ser sacerdote y había terminado hace poco de pololear (meses que dejé completamente de lado el tema vocación). En ese tiempo decidí irme a dar un año como colaborador, para tomarme un tiempo para hacer lo que más me gustaba: el apostolado, y para probar, un poco, como era la vida de un Legionario. Me tocó en Barcelona, España,  y fue un año increíble, donde pude experimentar varias cosas, pero destaco 4:

1º Conocer a María como la Madre que siempre te lleva a su Hijo por el camino de la paz. Hice dos peregrinaciones a Fátima y una a Medjugorje en las cuales mi primera intención siempre fue encontrar lo que Dios quería para mí vida y María me ayudó a comprender que cuando uno está en paz y tranquilo es porque eso viene de Dios.

2º Conocer a la Legión, quizás conocía mucho el Movimiento, pero no cómo vivía un legionario. Lo que más me impactó de vivir con ellos fue la vida religiosa en comunidad. Ese aspecto me cautivó completamente ya que comprendí que para ser un buen apóstol o un buen sacerdote es necesario estar apoyado siempre en Dios, en la oración y en los hermanos… la Iglesia que todos conformamos porque solos no podemos.

3º En ese año conocí a otro legionario que me ayudó mucho pero no con palabras, sino con su testimonio y fidelidad, es el P. Mark Thelen LC con el que trabajé todo ese año. Hasta el final del año nunca le dije nada de mis inquietudes vocacionales y cuando le conté me dijo que él ya se lo olía hace meses.

4º Experimentar que cuando te entregas a tiempo completo a Dios, Él te da mucho más y la alegría que se siente de ayudar al necesitado y llevar a Cristo a los demás no se compara con nada en el mundo.

Pero esa lucha interior por los miedos que tenía a “dejarlo todo” seguía, y terminado el año como colaborador, entré a estudiar psicología. La carrera me gustó mucho y volví a la misma vida que tenía antes, pero haciendo un poco más de apostolado. Me llené de actividades, no paraba ni un minuto y no pensaba en la vocación. Hasta que en las vacaciones de invierno me fui a las Cruzadas que estuvieron increíbles y después a Cachagua con mis amigos. Ese contraste me afectó y como al 4 día me fui a misa porque necesitaba un tiempo para estar con Dios y ahí volví a pensar a fondo en el sacerdocio… Como dos meses después, hablando con un profesor de la universidad, en una conversación muy natural y espontanea “me cayó la teja”. El profesor me dijo que tenía que dejar de hacer muchas cosas porque me iba a ir mal en la universidad y en ese minuto pensé que si dejaba algo lo dejaba todo, menos la misa, el apostolado, el Movimiento y a los 40 alumnos del Everest que tenía en dirección espiritual, el consejo de los jóvenes y otras cosas. En la noche fui a misa y el evangelio decía: “El que no tome su cruz y me siga, no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 10, 38-39) y en esa misa fue cuando me abrí completamente a Dios y le dije que sí. Después de unas semanas le dije a mi familia y poco a poco se corrió la voz. Lo increíble fue ver que uno de mis primeros miedos se fue rápidamente porque todo lo que recibía eran felicitaciones, comprensiones, alegrías, motivaciones y buenas palabras. Personas que pensaba que no me iban a apoyar me apoyaron desde el primer minuto y comprendí que el Señor no me iba a dejar solo en esto.

“Para vivir mejor la fe creo que es esencial vivir bien la caridad”

Me preguntaban qué mensaje les dejaría a los jóvenes que tienen inquietudes vocacionales y a los jóvenes para que mejoren en su relación con Dios y a las dos preguntas contesto lo mismo:

Creo que para mejorar en nuestra relación con Dios tenemos que evitar ante todo 3 peligros: la flojera, la incoherencia y el miedo. Muchos amigos me dicen que creen en Dios, pero a su manera. Para mí eso es flojera ya que si nos dedicásemos a hacer solo lo que nos gusta no llegaríamos a nada. La vida está llena de momentos en que tenemos que poner de nuestra voluntad. Sí solo hacemos lo que nos gusta pasamos a vivir esa incoherencia entre lo que predicamos o creemos y otros actos, ya que nos dejaríamos llevar por lo que más me “satisface” y Dios, para llegar a su amor misericordioso, nos pide que pasemos también por la cruz, por lo que nos cuesta… y para ser coherentes tenemos que vencer los miedos que tengamos dentro de nosotros mismos, esos miedos que nos llevan a dejar de hacer lo que Dios nos pide y a confiar plenamente en Él, a vivir lo que nos pide y nos manda Cristo y su Iglesia.

Y para vivir mejor la fe creo que es esencial vivir bien la caridad. Una inquietud que siempre tuve fue ver a los muchos jóvenes chilenos que hacen obras sociales y que solo se quedan en eso, en lo material. Para mi proceso de discernimiento fue fundamental hacer todo por Cristo e intentando ver siempre a Cristo en el prójimo porque en el pobre está El y a mí más de alguna vez en misiones o en las calles de la Vega me preguntaron si era sacerdote o seminarista y me acuerdo siempre de una señora que me decía: “Tú deberías ser sacerdote” y sólo la había visto esa noche (ahora la veo como a Cristo que en ella me estaba llamando). También porque Cristo nos dice que cuando visitemos, vistamos, demos de beber… al prójimo a Él lo estamos visitando, vistiendo, dando de beber… y en esos actos de amor al prójimo Dios nos manifestará, con su gracia, cuál es Su voluntad.

Aprovecho de agradecer a mi papás y hermanos que con su ejemplo y cercanía me han ayudado siempre y a todos los que me acompañaron en mi proceso de discernimiento ya que fueron muchas las personas que me ayudaron, aconsejaron o me dieron buen testimonio de sacerdote, consagrado o consagrada. También les pido oraciones por todos los jóvenes que han sentido la llamada, para que María les ayude a decir sí, como ella también lo hizo en su vida y por los que ya estamos acá, para que seamos fieles a Dios y a nuestra vocación.

 

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